La agricultura ecológica es una actividad plenamente asimilada en el sistema comercial que continúa en franco crecimiento, pero que aún tiene mucho recorrido para alcanzar a la tradicional. Pero esta modalidad tiene una vertiente aún más novedosa, la agroecología, que añade a esta forma de producción natural las dimensiones ambiental, social y hasta cultural.
Se trata de una forma de producción aún incipiente que se realiza en algunos puntos concretos de la provincia, como por ejemplo la Vega de Granada o Vélez de Benaudalla. Sin embargo, su desarrollo es todavía muy limitado, pues alcanza apenas entre un 5 y un 10 por ciento como máximo del cultivo en ecológico en este territorio.
La agricultura ecológica, también llamada orgánica o biológica, persigue la producción de alimentos saludables, libres de pesticidas y tratamientos con productos fitosanitarios de origen químico. Es una actividad que va ganando terreno en el comercio, fundamentalmente en el conjunto de Europa, mientras que “en España ese crecimiento va más lento, si bien en la última década está experimentando un auge”, explica Antonio Jesús Aguilar Mejías, especialista en la materia e integrante de la Asociación Agroecológica Brotes del Genil, y añade que este tipo de agricultura está ya muy canalizada a través de las grandes distribuidoras de alimentos, cinco de las cuales acaparan el 80 por ciento de nuestro consumo de alimentación.
La agricultura ecológica ya está muy bien integrada dentro del sistema comercial, pero dentro de ella existe la variante de la agroecología, que supone “un paso cualitativo en relación a la agricultura ecológica”, ya que que incorpora los puntos de vista social y ambiental. Como ejemplo de este último, señala Aguilar, la biológica llega desde otros países como China o Brasil, lo que conlleva altos costes en cuanto a consumo de CO2 durante el proceso de transporte y refrigeración del producto, que “pagamos con el calentamiento del planeta”. Por el contrario, la agroecología se centra en una relocalización de la economía y en la apuesta por los mercados locales. Este agricultor indica que, puesto que contamos con potencial natural, humano y técnico, habría que relocalizar determinados productos. En la agricultura ecológica se permiten asimismo algunos químicos que contienen metales pesados, como el cobre, pero que no se admiten de ninguna manera en la agroecología.
Desde el punto de vista social, Aguilar destaca el caso de empresas que se expanden a otros países donde la mano de obra es más barata, como Marruecos. Ello supone que “socialmente nos estamos precarizando y haciendo un mundo injusto”.
Uno de los problemas que presenta la agricultura ecológica es su elevado coste en el mercado, que no se corresponde con el de producción, por lo que el principal reto sería mejorar la distribución, tratando de llegar de forma directa al consumidor final “evitando intermediarios”. Según Antonio Jesús Aguilar, “hay unos mitos que son interesados, como que la agricultura ecológica es menos productiva o bien que los costes de producción se disparan, pero son falacias”, y añade que “las grandes cadenas han visto en la agricultura ecológica estándar un nicho de mercado y una manera de rentabilizar más este producto, pero son subidas especulativas artificiales que no responden a los costes de producción”. Así, en la agroecología “evitamos intermediarios, llegamos a través del reparto de cestas semanales al consumidor”, y en este caso los valores de producción son incrementados mínimamente “para que el agricultor pueda vivir dignamente”, indica el experto, y aclara que ello significa “que sueñan con ser mileuristas”.
Aguilar Mejías expone que en la zona donde desarrolla su labor, la Vega de Granada, se cultivan una treintena de productos agroecológicos, y en su gran mayoría los precios máximos son de 1,5 euros el kilo, salvo alguna excepción como las habichuelas, que requieren mucha mano de obra. Los precios “están en línea con la agricultura convencional”, y por tanto subraya que en el mercado “se inflan artificialmente” y que “la agroecología elimina especuladores e intermediarios”.
El experto va más allá y asevera que esta modalidad “es la única que se va a poder hacer, porque las emisiones de CO2 se están disparando y las previsiones del Panel Intergubernamental hablan de que el objetivo de dos grados de subida de la temperatura no va a ser factible”, sino que algunos organismos “hablan ya de cinco o seis grados para finales de este siglo”. Sostiene que la agricultura industrial “agota, extrae y esquilma tierra fértil, además de envenenar los acuíferos”, por lo que se muestra convencido de que “no va a ser posible hacer otra agricultura”.
Antonio Jesús Aguilar fue el encargado de impartir recientemente una jornada en Salobreña de inicio a la agroecología con el fin de darla a conocer en la Costa Tropical, donde está muy poco desarrollada. Organizada por el Ayuntamiento de este municipio, la Diputación de Granada y la Federación Andaluza de Cooperativas Agroalimentarias, la jornada contó también con Francisco López, presidente de la Asociación Brotes del Genil, quien explica que esta iniciativa surgió en la Vega de Granada y está compuesta por tres fincas situadas en las localidades de Lancha del Genil, Quéntar y Güéjar Sierra, y por muchas personas colaboradoras. “El objetivo es experimentar utilizando este método agrícola a diferentes alturas para comprobar cómo evoluciona en cada una”, señala, tras explicar que se trata además de un proyecto de integración con personas minusválidas e inmigrantes.
Por su parte, Damián Ortega encabeza un proyecto paralelo a Brotes del Genil denominado Huerta de Chavarino y El Sauco, situado en Vegas del Genil. Según explica, “los canales de comercialización se han dado cuenta de que el crecimiento de la agricultura ecológica es muy grande y lo que están haciendo es trasvasar el modelo de agricultura convencional a la orgánica. Entonces, al final estamos cayendo en el mismo defecto de la agricultura estándar, que es la dificultad que se encuentran los agricultores al producir y comercializar, debido a los costos”. De esta manera, productores ecológicos se encuentran que “entran en el mismo cuello de botella, con una producción altamente costosa y difícilmente comercializable”.
Ortega sostiene que el crecimiento continuo de la agricultura ecológica ha llevado a las multinacionales a producir otros fitosanitarios “para no perder su parte de tarta”, que se contemplan en la legislación de agricultura ecológica pero que también afectan al medio ambiente. “Caemos otra vez en los brazos del mismo que nos estranguló antes vendiéndonos abonos e insecticidas caros, y que ahora nos estrangula vendiéndonos abonos e insecticidas más caros, porque son ecológicos”, puntualiza.
A la hora de explicar en qué consiste la agroecología, Damián Ortega asegura que “hay que producir no dominando a la naturaleza, sino sencillamente dejando fluir lo que se ha hecho históricamente a lo largo de mil años”. Lo que aporta de nuevo es “una visión científica, a la luz de los conocimientos que tenemos hoy, aplicando técnicas que se han demostrado que son viables y funcionan perfectamente”. La diferencia es que “ahora sabemos por qué funcionan, mientras que antes era puro ensayo-error”. Y es que otro aspecto que incorpora la agroecología respecto a la agricultura ecológica, además del ambiental y el social, es el cultural, mediante el rescate de las tradiciones del campo que se han perdido para conseguir una alimentación sana en sistemas agrarios sostenibles.