Basta con detenerse un poco para escuchar la tierra que plantamos, para escuchar con claridad que necesita un descanso, que necesita ser mejor tratada y también que prestemos especial atención a los cambios que ya estamos sintiendo.
El calor llega antes, las lluvias son más escasas y los cultivos sufren con una intensidad que, hace apenas una década, parecía impensable. Se trata de un nuevo y más duro escenario donde los agricultores, en la búsqueda de soluciones sensatas y adaptaciones a los cambios, han encontrado en los restos de poda un buen aliado. Lo que antes se veía como un estorbo, ahora se ha convertido en una excelente oportunidad para cuidar la finca y protegerla frente a la sequía y los incendios.
Durante décadas, la costumbre de amontonar las ramas secas y prenderles fuego en una mañana tranquila de invierno permaneció invariable. Era práctico, rápido y nadie pensaba demasiado en lo que se perdía. Hoy, sin embargo, la realidad es muy distinta y estas quemas generan un riesgo enorme en un clima cada vez más extremo. Además, eliminan un recurso que podría mejorar el suelo justo cuando más lo necesita.
Actuar a tiempo es la mitad del trabajo
Quien trabaja la tierra sabe que el calor no perdona. Y lo que en enero parece inocuo, en julio se transforma en un verdadero peligro. Por eso muchos agricultores andaluces han empezado a organizar la limpieza de sus fincas antes de que llegue la primavera. El simple hecho de retirar y gestionar bien los restos vegetales reduce de forma drástica la carga de combustible en el suelo, especialmente en olivares y almendros donde las podas son abundantes.
Pero más allá de evitar incendios, cuando se dedica tiempo a triturar esos restos, estamos devolviendo vida al terreno. Más que limpiar, se está mejorando la calidad del suelo. Quienes lo han probado lo repiten cada año porque han comprobado de primera mano su efectividad.
Un suelo cubierto es un suelo más vivo
Si alguna vez has levantado la primera capa de un suelo acolchado, habrás descubierto una enorme variedad de vida en un entorno húmedo, de tierra esponjosa. Para seguir teniendo este recurso orgánico fundamental para el cultivo, los restos triturados actúan como un escudo natural que evita que el sol queme el terreno y que el viento se lleve la poca humedad que queda tras una lluvia corta o un riego ajustado.
Los agricultores cuentan que, tras cubrir el suelo con material orgánico, sus olivos aguantan mejor las semanas sin agua y que la producción es más estable. Se devuelve al suelo lo que antes nos daba la poda con resultados sobresalientes.
La parte práctica para esta nueva visión se vuelve fundamental. Triturar restos con las astilladoras y biotrituradoras se ha convertido en una herramienta habitual incluso en explotaciones medianas. Facilitan el trabajo, reducen el volumen de material y permiten aprovecharlo al instante.
En este sentido, a la hora de elegir maquinaria, conviene resaltar la conveniencia de acudir a especialistas, de entre los cuales destaca La Astilladora, un proveedor bien conocido en el sector por su variedad de equipos y por ofrecer asesoramiento técnico que realmente ayuda a decidir.
Un futuro que se construye desde el suelo
La sequía aumentará cada año, así al menos se prevé. Y el campo andaluz tendrá que seguir adaptándose haciendo uso de prácticas sencillas, realistas y asumibles que están dando resultados. Gestionar los restos vegetales de forma sostenible es una de esas decisiones que mejoran la finca desde la raíz, nunca mejor dicho.
Quizá no sea la medida más vistosa, pero sí una de las más efectivas. Y en un momento en el que cada gota de agua cuenta, cualquier acción que ayude a conservar la humedad y a reducir el riesgo de incendio es un paso firme hacia un campo más seguro, más fértil y más preparado para lo que viene.
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