Sequía estructural en España: el desafío hídrico que amenaza la cuna de la Dieta Mediterránea

La sequía en España ha dejado de ser un fenómeno meteorológico estacional para convertirse en una crisis climática estructural que pone en jaque al motor agroalimentario del país y amenaza los cimientos de la Dieta Mediterránea. La situación actual, particularmente crítica en el sur, dibuja un panorama de incertidumbre donde la escasez hídrica se entrelaza peligrosamente con las políticas agrarias europeas y los sistemas de etiquetado alimentario.

El epicentro de esta emergencia se sitúa en Andalucía, la región conocida como el «granero de Europa». Allí, la falta de precipitaciones durante años ha llevado a que los embalses rocen mínimos históricos, una situación que, como se evidenció a principios de 2024, sumió a la región en una sequía extrema con consecuencias devastadoras. El impacto económico de esta aridez no es menor; se estima que las pérdidas han ascendido a cerca de 4.000 millones de euros, afectando no solo a los cultivos, sino también a la economía de miles de familias que dependen del campo. 

La paradoja del cambio climático se manifiesta en esta misma región con el aumento del riesgo de inundaciones por lluvias torrenciales concentradas, un patrón que ilustra la volatilidad extrema y la dificultad de gestionar el recurso hídrico. Ante esta dualidad de sequía y riesgo de inundaciones, se exige una inversión masiva y estratégica en infraestructuras, junto con el desbloqueo de proyectos hídricos pendientes y la gestión suprarregional de cuencas. El futuro del principal patrimonio natural andaluz, el parque de Doñana, también pende de un hilo, obligando a planes de emergencia para revertir el deterioro causado por la sobreexplotación de acuíferos y el uso ilegal del agua.

En este contexto de emergencia hídrica, el sector del aceite de oliva afronta una de sus peores crisis. España es, indiscutiblemente, el líder mundial en producción y exportación del llamado «oro líquido», pero su hegemonía se tambalea por la falta de lluvia en los momentos clave del ciclo agrícola. Con más de dos tercios de la superficie olivarera española cultivada como secano, la falta de precipitaciones en el otoño crucial compromete gravemente las cosechas futuras. Las previsiones más pesimistas advierten de caídas en la producción que podrían rondar el 40%, una cifra que no solo afecta a los volúmenes, sino que tiene un efecto directo e inmediato sobre los mercados.

La gravedad de la situación en España se alinea con la perspectiva global de la ONU. Según el informe Puntos críticos de sequía en el mundo, 2023-2025 , la crisis actual supera la contingencia. Mark Svoboda, uno de los autores del estudio, declaró: «Esto no es una sequía puntual. Es una catástrofe mundial de lenta evolución, la peor que he visto.»

La incertidumbre por la falta de lluvia ha puesto en alerta a todo el sector oleícola. Esta escasez ya se traduce en una tendencia alcista y sostenida en los precios en origen. El aceite de oliva virgen extra, que es un alimento base y culturalmente insustituible en la Dieta Mediterránea, se está convirtiendo en un producto de lujo para muchas familias. La pérdida de accesibilidad económica a este pilar nutricional amenaza con erosionar los patrones dietéticos saludables en la propia cuna de la Dieta Mediterránea.


Esta crisis climática se produce en un momento de gran malestar en el campo español, reflejado en las grandes movilizaciones y las protestas convocadas en Bruselas para exigir un cambio de rumbo en las políticas europeas. Los agricultores y ganaderos se unen en el rechazo al Pacto Verde Europeo y a las nuevas directrices de la Comisión Europea, que consideran asfixiantes. Las críticas se centran en los drásticos recortes presupuestarios en la Política Agraria Común (PAC), que podrían mermar el apoyo financiero en un 20% o 30% en el próximo Marco Financiero. Para el sector, estos recortes son inaceptables y ponen en riesgo la viabilidad de las explotaciones en un entorno de costes crecientes. La gran protesta en Bruselas del campo español exige normas comerciales justas que acaben con la competencia desleal de terceros países y una reducción urgente de la burocracia que complica el día a día de las explotaciones.

Esta crisis climática plantea desafíos no solo para la producción agrícola, sino también para la percepción y el consumo de productos clave como el aceite de oliva virgen extra (AOVE). A pesar de ser emblemático en la Dieta Mediterránea y ampliamente reconocido por sus beneficios para la salud cardiovascular, el AOVE enfrenta dificultades críticas bajo el sistema de etiquetado Nutri-Score. Este sistema clasifica el AOVE de manera subóptima, otorgando calificaciones como B o incluso C en algunas versiones, debido a su contenido calórico y en grasas, sin considerar la calidad nutricional de estas grasas. Además, los cambios constantes en las calificaciones de Nutri-Score para el AOVE demuestran la falta de solidez científica del sistema: según la versión o el país, un mismo producto puede recibir evaluaciones distintas, lo que genera confusión y desconfianza entre consumidores y productores. Esto pone de relieve que Nutri-Score no es un sistema estable ni plenamente respaldado desde el punto de vista nutricional.

En un contexto donde el precio del AOVE está aumentando drásticamente por la sequía, un etiquetado que distorsiona su verdadero valor nutricional puede generar confusión en los consumidores y desincentivar su compra. Este fenómeno no solo amenaza la accesibilidad económica al AOVE, sino que también afecta los patrones dietéticos saludables en la «cuna de la Dieta Mediterránea». La crítica a Nutri-Score se centra, por tanto, en su falta de consideración por la matriz alimentaria, la realidad dietética de los países mediterráneos y la inestabilidad científica de sus calificaciones, entre otras cosas.

La sequía en España es más que una contingencia climática; es una amenaza existencial que exige una respuesta coordinada y multifacética. La defensa del campo español y la preservación de la producción de aceite de oliva no es solo una cuestión económica, sino una batalla por la seguridad alimentaria y la identidad cultural. La adaptación al cambio climático mediante infraestructuras y técnicas agrícolas eficientes debe ir de la mano de políticas europeas que refuercen, en lugar de recortar, la ayuda al sector primario. Es imperativo que sistemas de etiquetado como Nutri-Score no confundan al consumidor, evitando que herramientas de salud pública se conviertan en obstáculos para la dieta mediterránea. Solo con un compromiso hídrico, político y de mercado se podrá asegurar que el «oro líquido» siga fluyendo, manteniendo a flote la dieta y la tradición de España.

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