Una investigación de la Universidad de Almería, llevada a cabo por Mari Carmen Galera, Emilio Galdeano, Ángel Carreño y Juan Carlos Pérez, avala los efectos positivos de la utilización de la energía fotovoltaica en los invernaderos, tanto desde el punto de vista socio económico, como desde la perspectiva medioambiental. El estudio, publicado en la revista ‘Energies’, revela que únicamente utilizando la tecnología en un 10% de la superficie del invernadero, la producción de energía sería 8.507 gigavatios por año. La tecnología existente en plásticos fotovoltaicos aplicada al techo de los invernaderos, unas 41.092 hectáreas en todo el sureste, y las horas de sol al año que hay en la zona, generarían un valor añadido para estas explotaciones agrícolas.
Según los autores de la investigación, «el efecto en la rentabilidad de los productores, sólo basada en el auto consumo, (dada las políticas restrictivas y legislación nada favorable para las renovables, como el Real Decreto 900/2015, conocido como ‘impuesto al sol’) podría aumentar desde el 1%, en el escenario menos favorable de inversión, a más del 37%, aún sin contar con ningún tipo de subvención». En el caso, de considerar subvenciones, por ejemplo, las relativas a innovación y modernización de las explotaciones actuales, «las mejoras en la rentabilidad oscilarían entre el 5% y el 52,78%».
Con la aplicación de estas tecnologías fotovoltaicas en invernaderos del sureste nacional «también serían claramente alcanzables», aseguraron los autores del estudio, los compromisos adoptados por la Unión Europea para 2020, para el que un 20% del consumo energético tiene que proceder de renovables, así como para 2030, para el que existe el compromiso de reducir un 40% las emisiones de gases efecto invernadero. Unos cumplimientos, que según los investigadores, con la política energética actual son inalcanzables.
Otros efectos socio económicos positivos tendrían que ver, igualmente, con el incremento de 4.100 millones de euros en el Producto Interior Bruto para 2020, «la creación de casi 60.000 puestos de trabajo y una contribución a la I+D+i de más de 61 millones de euros.
Estas implicaciones socio económicas, según los autores de la investigación, no solo tendrían repercusión a nivel local o regional, «sino que también dicha energía generaría una mejora de la productividad de las explotaciones o la generación de agua desalada», cuyo mayor coste reside en el empleo energético para hacer frente al proceso productivo de agua desalada. Incluso, sería ventajoso en el aspecto de la imagen que proyectarían los invernaderos y las explotaciones hortofrutícolas.
«A corto plazo, incluso con las bajadas de coste de estas tecnologías y un previsible pequeño cambio en las normativas desfavorables en nuestro país, el efecto incremental puede ser aún mucho mayor», detallaron los autores. No cabe duda, concluyeron, «de que las condiciones naturales ofrecen grandes oportunidades de avanzar también con los invernaderos para mejorar el negativo ‘efecto invernadero’, además de ofrecer alternativas de futuro para las miles de explotaciones existentes en esta región».