La polinización, una ardua labor para sacar un mayor rendimiento a los chirimoyos

Si bien es en septiembre cuando se pone en marcha la campaña de la chirimoya en la Costa Tropical, los agricultores que se dedican a este fruto han iniciado ya una ardua labor previa que comienza entre finales de mayo y principios de junio. Se trata de la polinización, cuyo objetivo es incrementar las posibilidades de germinación y por tanto de producción.

Históricamente esta labor se realizaba de forma completamente manual, lo que demandaba muchísimas horas de trabajo. Pero desde hace dos décadas se viene utilizando en la comarca una máquina que facilita mucho este denso y tedioso trabajo, y que funciona con un sistema muy simple y básico.

La flor del chirimoyo pasa por tres estadios diferentes: pre hembra, hembra y macho. El primero es cuando los pétalos comienzan a abrirse; cuando está en estado hembra tiene los estambres de color blanco, lo que implica que es receptiva de polen y a la vez sirve para polinizar otra flor; y cuando está en estado macho adquiere un color marrón y su polen sirve para polinizar otra flor, pero no puede ser polinizada porque no es receptiva.
El proceso comienza con la recogida de flores de las ramas del árbol, normalmente las que están en estado hembra. Esto se debe a que «la viabilidad de polinización de la flor macho está entre el 40 y el 60% dependiendo de la humedad y la temperatura, mientras que la de la flor hembra tiene un 90% de viabilidad», según explica Dionisio Franco, responsable de la Finca Experimental de Frutos Subtropicales ‘El Zahorí’ de Almuñécar. Esto se hace en torno al mediodía, ya que «más tarde sube la temperatura y la humedad relativa es muy baja». La cantidad de flores del mismo árbol que se recolecta puede suponer el 10 por ciento del total, pues el resto serán las que posteriormente serán polinizadas.

La recolección se realiza en bolsas ventiladas y luego se traslada el material a un recinto cerrado, para ser sometido a un proceso de secado de tres o cuatro horas a través de ventiladores. Esto se debe a que «los pétalos de la flor del chirimoyo están compuestos de agua, y el ventilador los seca para que cuando esa flor se coloque en la máquina no desprenda humedad que destruya el polen», indica Franco.

Tras el secado, las flores son introducidas en la máquina, que les extrae el polen fácilmente. Este artilugio, del tamaño de una torre de ordenador, tiene en su interior un émbolo y una pequeña criba, y su mecanismo consiste en golpear la flor contra una pared metálica interna para que se desprenda el estambre. Las impurezas pasan por unos filtros y caen en un cajón, que posteriormente pasan por una criba y así se obtiene el polen con el que luego se polinizarán a las flores en estado hembra.

La máquina de polinizar que posee esta finca experimental se pone todos los años a disposición de los agricultores, quienes llevan sus flores a la Oficina del Información al Agricultor situada en el antiguo matadero sexitano y, una vez realizado el procedimiento, se llevan a su finca el polen para aplicarlo en sus plantas. Este servicio es muy utilizado por los pequeños agricultores que no tienen demasiada superficie de cultivo, mientras que los grandes productores cuentan con sus propias máquinas.
Su coste a día de hoy puede ascender a unos 2.000 euros, si bien la que cuenta la finca El Zahorí, de origen japonés, fue comprada hace unos veinte años. A diferencia de lo que pueda pensarse, las que se fabrican en la actualidad son muy parecidas, ya que no ha habido una gran evolución en ese sentido. Esta máquina, que originalmente no estaba diseñada para este fruto puesto que en Japón no hay chirimoyos, «fue la primera en llegar a la Costa Tropical, y al comprobarse que funcionaba los grandes agricultores, que tenían demasiada espera para utilizarla, vieron que les era rentable comprar sus máquinas y entonces empezaron a traerlas».

Si no se cuenta con esta máquina, el trabajo se debe realizar manualmente, de forma totalmente artesanal, algo muy poco rentable debido al tiempo que demanda. En este caso la extracción se realiza en el mismo árbol, dando un pequeño golpe con el dedo a la flor para que caiga el polen que es recogido en un tarro, y al día siguiente es aplicado en la flor con un pincel. Por el contrario, este artilugio puede procesar en una hora «entre 15.000 y 20.000 flores, mientras que esa misma labor manual requeriría al menos ocho trabajadores durante toda una jornada», señala Franco.

Antonio Fonollá es el propietario de una finca de chirimoyos de Almuñécar de la que recientemente se ha hecho cargo –unos quinientos árboles en Río Seco-, en la que el proceso de polinización se inició a comienzos de junio, con previsiones de finalizar a mediados de julio. El encargado de la explotación es Francisco Sánchez Ligero, quien explica que «te tiras toda la mañana cogiendo flores, seis o siete horas, para luego sacar 100 o 200 gramos entre tres personas. Y algunas veces, dependiendo de la floración que haya, no tienes para todo».

Ambos destacan la diferencia entre realizar el procedimiento de forma manual o con la máquina. Sin esta última «los agricultores lo sacan a mano y se pasan horas y horas. Para sacar 100 gramos pueden estar una semana», asegura Fonollá. López Ligero añade que de forma manual, «en vez de tardar un par de horas para sacar el polen como ocurre con la máquina, sería un trabajo de cuatro o cinco horas entre dos personas, como mínimo». Agrega que «a mano es más cansado y aburrido, y además no se aprovecha bien el polen, porque no le sacas igual los estambres, se perdería cerca de un 20%». Según sentencia, «es algo muy delicado, con esto te juegas el año de trabajo».

Una vez utilizado uno u otro método para extraer el polen, el proceso se completa a pie de campo con su inserción en la flor receptiva, lo que se puede realizar a última hora de la tarde o bien a la mañana siguiente, aunque en este caso hay que guardar el polen en el frigorífico en un recipiente bien ventilado. La aplicación en la flor tiene lugar una por una a través de unos pequeños fuelles, que a veces son fabricados de forma casera por los agricultores.

El tiempo que se emplea en la polinización de un árbol depende de su porte y también de la cantidad de polen que se le quiera introducir. Según Dionisio Franco, «normalmente se le hacen tres pasadas a cada árbol, espaciadas cada cinco o seis días, con un máximo en árbol adulto de 250 flores. No se hace de golpe, para que luego la cosecha no venga toda al mismo tiempo».

En cuanto a las épocas de polinización, se pueden prolongar hasta el mes de septiembre, lo que depende de distintos factores como la orientación de la finca o la técnica de cultivo que se utilice. Antes de que comience el verano la polinización se realiza en los cultivos más tempranos, y en agosto o septiembre en los más tardíos. En una misma explotación, el plazo para realizar este procedimiento se puede extender unas tres semanas.

María José Martínez Pardo

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