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La fertilidad del suelo

El mantenimiento de la fertilidad del suelo es fundamental en la horticultura ecológica. Uno de los indicadores que nos señalan con mayor precisión tal fertilidad es el contenido en materia orgánica. En términos generales ésta debe encontrarse entre un 2% y un 3%, dependiendo si es un suelo más arenoso o más arcilloso, respectivamente.

La materia orgánica desempeña numerosas funciones, algunas de las cuales se esquematizan en la figura 4, como las siguientes: incrementa la capacidad de intercambio catiónico, regulariza los niveles de disponibilidad de nutrientes, activa la edafogénesis (formación de suelo), incrementa el poder tampón del suelo (capacidad para impedir cambios bruscos como una variación del pH), favorece la formación de agregados reduciendo la erosión al comportarse como un cemento, mejora la infiltración y retención de agua, contribuye a reducir las pérdidas de agua por evaporación, intensifica la aireación del suelo e incrementa la actividad biológica del suelo (favoreciendo el desarrollo de fauna auxiliar y microorganismos, como bacterias y hongos, que contribuyen a mejorar la nutrición de las plantas y el control de plagas y enfermedades), entre otras.

 

 

Hay básicamente dos formas de incrementar la materia orgánica del suelo: esparcir compost de residuos animales y/o vegetales, y establecer abonos verdes. Una tercera sería la incorporación de los restos vegetales de los cultivos, en vez de retirarlos del campo y/o quemarlos, aunque en este caso la materia orgánica aportada suele ser más pequeña que en las otras dos formas.

En el primer caso, el producto más utilizado por su relativamente mayor abundancia es el estiércol, que en agricultura ecológica debe provenir de ganadería extensiva y estar sujeta a la autorización por parte del organismo de certificación. Este estiércol debe ser compostado previamente a su uso para evitar la presencia de gérmenes patógenos y hacer inviables a las semillas de hierbas que contiene.

No es fácil establecer unas cantidades concretas de materia orgánica a aplicar para mantener o incrementar la fertilidad del suelo, ya que depende de múltiples factores (tipo de suelo, temperatura, régimen de lluvias, origen y composición de la materia orgánica…). Así, en ensayos de larga duración se ha logrado incrementar de forma significativa el contenido de materia orgánica de los suelos mediante aplicaciones anuales por hectárea que varían entre 12 y 25 toneladas de estiércol de diversa procedencia (ovino, vacuno y gallinaza). Hay que tener en cuenta, que el límite legal de aplicación de nitrógeno es de 170 kg de nitrógeno por hectárea y año.

 

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También es aconsejable realizar un análisis del estiércol compostado para determinar su contenido en nutrientes, como el nitrógeno, fósforo y potasio, para posteriormente poder ajustar las extracciones de los cultivos con la aplicación total de fertilizantes. Hay que tener en cuenta que los cultivos hortícolas cabeza de la rotación suelen ser los más exigentes en nutrientes, y son sobre los que se realiza la aplicación de estiércol. Les siguen las plantas menos exigentes o a las que no conviene la aplicación directa de estiércol (en general, los de raíz, bulbo y hoja).

Para incrementar la materia orgánica del suelo también se puede utilizar compost de otros productos, como residuos vegetales o subproductos animales procedentes en su mayoría de industrias de transformación. Actualmente numerosos abonos orgánicos autorizados son comercializados con este fin.

La otra forma efectiva, y menos costosa, de aumentar la materia orgánica en el suelo es mediante el establecimiento de abonos verdes, que son plantas cultivadas que se incorporan al suelo, generalmente durante el período de floración. Habitualmente se siembran entre dos cultivos en la rotación, aunque en ocasiones pueden acompañar durante una parte de su ciclo a un cultivo principal, solapándose.

Hay que tener en cuenta varios aspectos a la hora de elegir las especies y variedades a emplear como abonos verdes en la horticultura ecológica, como los siguientes:

 

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Una vez cubiertas las necesidades de aporte de materia orgánica, es fundamental realizar el balance de nutrientes, especialmente de nitrógeno, fósforo y potasio, que se requieren anualmente. Así, hay que tener en cuenta, por un lado, las extracciones de los cultivos hortícolas y, por el otro, las aportaciones que se van a realizar en forma de compost de materia orgánica (es aconsejable analizar la composición de la misma) y/o de abono verde. Con respecto a este último, en la Tabla 5 se muestran algunas leguminosas con el nitrógeno que son capaces de fijar. No obstante, estas cantidades son orientativas ya que la fijación de nitrógeno depende de múltiples factores, como la duración del ciclo de las plantas, estado del suelo, presencia de bacterias fijadoras, contenido de fósforo en el suelo, etc.

 

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La aplicación de materia orgánica compostada generalmente permite cubrir las necesidades de microelementos (boro, hierro, manganeso…) de las hortalizas; sin embargo, los macronutrientes principales anteriormente señalados (nitrógeno, fósforo y potasio) son requeridos en mayor cantidad y en determinados periodos de crecimiento (floración, engrosamiento de la semilla, maduración del fruto…). Por ello, suele ser necesario (nos lo indicará el balance de nutrientes realizado) aplicar abonos ricos en estos nutrientes, bien en fondo o bien en cobertera, de los numerosos que existen en el mercado.

María José Martínez Pardo

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