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Gestión de la Sanidad

La salud o enfermedad de la planta, o del cultivo, es la expresión del agroecosistema en el que crece, más la intervención humana, ya que aquí se encuentran los factores que condicionan los equilibrios biológicos. El progreso de una afección resulta de la interacción entre hospedante (planta), parásito (plaga o enfermedad) y medio ambiente. Además de esta trilogía, en los sistemas agrarios se añade

 

la intervención del agricultor, representante del modelo que tiene cada sociedad de producir alimentos y que con determinadas prácticas de cultivo favorece o perjudica a alguna de estas partes.

Para gestionar la sanidad de la parcela el agricultor ha de conocer los elementos con los que trabaja.

Las plantas viven de forma natural en ecosistemas complejos en interacción con muchos otros organismos, algunos de los cuales son parásitos, y por tanto las plantas soportan tasas naturales de parasitismo. Esta convivencia es fruto de una coevolución en la que cada especie desarrolla estrategias propias que le permiten sobrevivir en el medio, estrategias que se han desarrollado a través de una continua competencia con las otras especies por el espacio o los recursos.

Esta adaptación al medio ambiente se reduce en las especies cultivadas, ya que cuentan con los cuidados del agricultor. Esta adaptación es característica propia de las variedades locales, frente a las variedades «mejoradas» que tienen una dependencia mayor de los cuidados.

El clima local, especialmente la temperatura y la humedad, son factores imprevisibles pero que condicionan en gran manera la salud del agroecosistema. El manejo del agroecosistema, tanto el suelo como las labores, pueden situar a las plantas en buena situación, si son adecuadas, o en situación desfavorable, si son inadecuadas.

  • Las técnicas de gestión de la sanidad se basan en:
  • El manejo de los factores ambientales, conociendo su funcionamiento.
  • El apoyo a las propiedades de equilibrio y regulación con que cuentan los suelos maduros.
  • La salud individual de la planta, aumentando su resistencia por características varietales o con sustancias de refuerzo autorizadas.

En horticultura ecológica se deben utilizar todos los recursos preventivos de que se puedan disponer para situar cada parcela en las condiciones ambientales más favorables. Además la sanidad de los cultivos se puede incrementar mediante las siguientes pautas:

Creando un ambiente adecuado: conociendo y aprovechando el clima local que influye en el diseño de la parcela y su orientación. Velando por el equilibrio agua/aire en el suelo, evitando compactaciones.

Utilizando material vegetal adaptado y resistente. La agricultura tradicional, a lo largo de generaciones, ha obtenido variedades adaptadas a sus agroecosistemas con cierto grado de resistencias a los patógenos del lugar, ya que se cultivan poblaciones con mezclas de individuos sensibles y resistentes, dentro de un equilibrio entre múltiples componentes.

Realizando las técnicas de cultivo oportunas. Son numerosas las intervenciones posibles: así la profundidad y la densidad de la siembra, si son inadecuadas, pueden llevar a los cultivos a situaciones que favorezcan la presencia de enfermedades. Si se realizan podas suaves, eliminando partes viejas o dañadas de las plantas, se incrementa la aireación de éstas, aumenta la insolación y se reduce la presencia

de patógenos, y todo ello favorece su control. El manejo de los residuos del cultivo anterior mediante compostaje o enterrado de los mismos cuando se realizan las labores de preparación del terreno para la

siembra o el transplante, es una buena práctica. Aunque en ocasiones los residuos frescos pueden incrementar algunas enfermedades, en cuyo caso es aconsejable su compostaje.

Conviene evitar realizar heridas o cortes importantes en los tejidos vegetales porque pueden ser la puerta de entrada de algunos patógenos. La destrucción de órganos y plantas infectadas es importante. Así como evitar los patógenos de las semillas y del material propagado vegetativamente, mediante técnicas correctas de obtención de semillas y producción de plantas en semilleros.

Fertilización equilibrada, sin exceso de nitrógeno. Son muy numerosas las referencias sobre la relación entre fertilización y la presencia y desarrollo de plagas y enfermedades. Una nutrición vegetal adecuada y equilibrada reduce el impacto de los problemas sanitarios, mientras que una nutrición desequilibrada afecta al desarrollo de patógenos y enfermedades.

Se ha propuesto la teoría de la «trofobiosis» como explicación a estas relaciones entre nutrición y sanidad. Según F. Chaboussou (1985), la planta es más frecuentemente afectada por una plaga o enfermedad si su estado bioquímico responde a las exigencias alimentarias del parásito, y las prácticas de fertilización y sanidad vegetal modifican la composición de las plantas en el interés de los patógenos.

Una gran ayuda consiste en asegurar determinados niveles de materia orgánica para mantener funcionales las poblaciones microbianas de la tierra; en caso contrario «…cuando el sistema se simplifica disminuyen las formas saprófagas y depredadoras y, en consecuencia, las especies fitófagas y fitoparásitas alcanzan un mayor desarrollo y llegan a transformarse en plagas y enfermedades» (Bello, 1988).

Los aspectos sanitarios preocupan mucho a los agricultores que inician la reconversión a la horticultura ecológica. Un gran número de patógenos parece que amenazan los cultivos, que al ser de ciclo corto no dan tiempo a estrategias de medio plazo para su control. La situación parece preocupante, pero hay que abordarla en sus justos términos. La preocupación básica debe ser la de conseguir un agroecosistema

sano y equilibrado y considerar los problemas sanitarios como desequilibrios del sistema, buscando las causas y no solo curando los efectos. El principal factor de estabilidad y equilibrio en el agroecosistema es la diversidad biológica que contiene y las funciones de regulación que realiza. Un desequilibrio

provocado por una labor mal realizada, una rotación inadecuada u otra intervención desfavorable hace vulnerable el sistema a especies oportunistas, que incrementan rápidamente sus poblaciones y se convierten en plagas o enfermedades.

Fauna útil y control biológico.

La fauna útil la podemos clasificar en parásitos (también denominados parasitoides) y depredadores. Los parásitos se caracterizan por tener gran especificidad frente a la plaga sobre la que actúan, por lo tanto se alimentan de una sola especie o de muy pocas, a las que atacan en una fase de su desarrollo biológico. Por el contrario los depredadores atacan y destruyen a un gran número de presas en diferentes estadios biológicos, pero su especificidad es muy baja.

Se deduce de lo expuesto que son los parásitos los que realiza un mejor control de una plaga concreta, aunque en un primer momento, para bajar poblaciones, la acción concertada de una mezcla de especies es la mejor garantía de éxito. Entre los parásitos cabe destacar en el grupo de de los dípteros a los Tachinidos,

que atacan las orugas; entre los Himenópteros, distintas especies de Aphelinus sspp. Muy eficaces contra pulgones; Trichogramma sspp. contra orugas; y Encarsia formosa contra la mosca blanca de los invernaderos (Trialeurodes vaporariorum). Todos ellos bastante conocidos y usados.

Entre los depredadores hay que mencionar los siguientes grupos:

  • Coleópteros: Coccinélidos como la mariquita de siete puntos (Coccinella septempunctata), o la de dos puntos (Adalia bipunctata), que atacan a los pulgones en todos sus estados tanto del depredador como de la presa; también Stethorus punctillum, muy eficaz contra la araña roja.
  • Dípteros: a este orden pertenecen las familias de sírfidos y cecidómidos (A
    phidoletes aphidimiza), muy activos contra pulgones.
  • Neurópteros: engloba la familia de los crisópidos, aunque estos depredadores son generalistas, las especies que más atacan a los pulgones son Crysopa formosa y Chrysoperla carnea. También Conwentzia psociformis, muy eficaz contra araña roja.
  • Hemípteros: entre los chinches destacan las familias de los Antocóridos y los Míridos. De la primera los dos géneros más activos son Anthocoris y Orius, y de los Míridos destaca la especie Cyrtopelis tenuis, todos ellos son polífagos, aunque destaca su acción contra ácaros y trips.
  • Ácaros: los más importantes son los fitoseidos, que incluyen las especies Amblyseius californicus y Phytoseiulus persimilis. Ambos son eficaces y utilizados contra la araña roja en invernadero realizando sueltas.
  • Himenópteros: Aunque este orden incluye mayoritariamente parasitoides, también cuenta con depredadores como Diglyphus isaea, muy eficaz contra el minador de la hoja del tomate: Liriomyza trifolii, en invernadero. También hay que considerar como medio de control biológico la utilización de antagonistas, campo de estudio en el que se está trabajando intensamente, principalmente con hongos y bacterias.
  • Promete ser eficaz el hongo Trichoderma sspp. que es antagonista de patógenos hortícolas como Sclerotinia sspp. o Rhizoctonia sspp., en suelos ricos en materia orgánica y con gran diversidad biológica, suele presentarse de forma natural el hongo Trichoderma sspp, cuando esta presencia no se percibe, el método consiste en inocular el suelo con la especie antagonista para que desplace por diversos mecanismos a la especie patógena, después solo hay que cuidar que se mantenga esta situación con un manejo adecuado.
  • Otras especies, como Verticilium lecanii, provocan enfermedades a insectos (pulgones, moscas blancas, cochinillas). Generalmente necesitan alta humedad ambiental para reproducirse y actuar, por lo que van mejor dentro de invernadero. Otras como Verticillium chlamidosporium son parásitos efectivos de huevos de nemátodos.

Sustancias minerales.

El Reglamento de la Producción Agraria Ecológica recoge una serie de sustancias autorizadas que poseen efecto positivo sobre la sanidad de los cultivos y que pueden ser utilizadas por los agricultores ecológicos, aunque su uso no debe plantearse con la misma filosofía del control químico convencional. Estos productos se utilizaran sólo cuando sean imprescindibles y algunos de ellos requieren además de

la autorización del organismo oficial de control. También hay otras sustancias que tienen autorización provisional y su uso puede prohibirse en un futuro cercano. Entre los distintos productos que pueden utilizarse destacan: el azufre y las sales de cobre, fungicidas ambos utilizados desde principios del siglo XX, por lo que se cuentan entre los productos de sanidad agrícola más antiguos.

  • El azufre es un buen fungicida, sobre todo para controlar los oidios. Además tienen un buen efecto acaricida y se aplica en forma de polvo «molestan bastante a la mayoría de los insectos nocivos.
  • El cobre está muy cuestionado porque es un metal pesado que se acumula en los suelos y también porque afecta negativamente a las micorrizas. Actualmente tiene un periodo máximo de utilización, según el Reglamento vigente, y una dosis máxima de aplicación por hectárea y año. Los compuestos cúpricos son muy efectivos para controlar mildius y bacterias. De los distintos formulados existentes se destacan el acetato de cobre, que no produce manchas, y el carbonato de cobre por su baja toxicidad.

Biopesticidas.

Son preparados con acción insecticida cuyo componente activo es un ser vivo: así son hongos, bacterias o virus que producen enfermedades específicas exclusivamente a los patógenos a los que van dirigidos.

Entre ellos cabe destacar:

– Bacillus thuringiensis, preparado a partir de bacterias con razas especializadascontra distintas especies de Lepidópteros (orugas), Dípteros (moscas) y algunos Coleópteros (escarabajos como el de la patata y gusanos de suelo).

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  • Algunas especies del género Beauveria, hongo patógeno de Lepidópteros, B. bassiana, bastante eficaz contra moscas blancas.
  • Verticillium lecanii eficaz contra pulgones y moscas blancas.
  • Y los virus de la granulosis o los poliedrosis nuclear que afectan a Lepidópteros Tortrícidos y Lepidópteros Noctuidos. Por otra parte, son «insecticidas de ingestión» que tienen poca persistencia y una acción más lenta que los insecticidas convencionales, por lo que las plagas deberán consumir una cantidad adecuada de toxinas o cápsulas virales en el menor tiempo posible, para que su eficacia sea la correcta, por lo que se añadirá azúcar al 0.5% al caldo que se va a aplicar.

Feromonas.

Son sustancias producidas por los mismos insectos que sirven para comunicarse con los de su especie. Se clasifican en sexuales, de agregación, de alarma o de ovoposición.

Las más conocidas y utilizadas son las sexuales, que sirven, por un lado para conocer el riesgo de ataque mediante trampas y la evolución de las poblaciones; y por otro para acciones de control de plagas mediante la técnica de confusión sexual o captura masiva.

Su eficacia reside en alta especificidad y selectividad, por lo que actúan sobre cada especie y no molestan a resto de la fauna de la parcela. Se utilizan efectivamente contra: El taladro del arroz, Chilo supresalis. Para muestrear orugas de cultivos hortícolas: oruga del tomate (Helicoverpa armigera), Plusia gamma, rosquilla negra (Spodoptera littoralis), taladro de la alcachofa (Hydroecia xantenes), gusano gris (Agrotis segetum), oruga de la col (Mamestra brasicae).

Para programas de control mediante captura masiva en trampas cebadas, por ejemplo en el cultivo del tomate para la polilla (Tuta absoluta). También contra otras plagas de campo y de almacén.

Derivados de las plantas.

Entre los distintos productos autorizados los preparados vegetales constituyen una herramienta de trabajo muy adecuada y útil. Son productos a base de sustancias producidas por las plantas, algunas de las cuales han sido utilizadas desde antiguo en la agricultura tradicional. Su eficacia depende de muchos factores, no todos ellos controlables totalmente, y por ello los resultados pueden ser variables: en

función del estado del cultivo, las condiciones de extracción, la calidad de la planta de la cual se extrae la sustancia, las condiciones climáticas en el momento de realizar la aplicación, etc.

Pueden reforzar la fortaleza natural de las plantas, sobre todo en condiciones de estrés: falta de agua o nutrientes, ataques fuertes de insectos, etc., favoreciendo sus mecanismos de defensa. También pueden repeler o suprimir a los patógeno mediante sustancias inhibidoras.

Los más utilizados son:

  • Los preparados a base de pelitre (extracto de Chrysanthemum cinerariaefolium), son insecticidas generalistas eficaces.
  • También están autorizados los preparados a base de Quasia amara y Ryania speciosa, cola de caballo o equiseto (Equisetum arvense), muy rica en sílice, la ortiga (Urtica dioica y Urtica urens), y los extractos de algas verdes o marrones (Laminarias, Ascophyllum, Fucus, etc.).
  • El neem es un extracto del árbol Azadirachta indica, originario del sudoeste asiático. Posee una sustancia llamada azadiractina que se ha mostrado eficaz contra más de 130 plagas, siendo altamente efectivo, relati
    vamente inocuo para la fauna útil y sin haber desarrollado resistencias en fitófagos. Su efecto se basa en interferir en la fisiología del insecto de diversos modos: es inhibidor de la alimentación, perturba la fecundidad y produce esterilidad, altera el desarrollo del huevo, tiene un efecto larvicida y, por último, perturba la metamorfosis. Está autorizado su extracto vegetal, pero los preparados a base de la materia activa, la azadiractina, sólo lo están para floricultura y producción de semillas.
María José Martínez Pardo

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