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Fertilidad y fertilización

La fertilidad de la tierra es la expresión de su capacidad de producir sin necesidad de intervenciones externas. La planta construye su organismo a partir de los nutrientes del suelo mediante los mecanismos de la nutrición vegetal. Este suministro de nutrientes, o nutrición, tiene influencias concretas en funciones básicas como la respiración, la fotosíntesis o el metabolismo de la planta, afectando al estado sanitario de los cultivos y la calidad alimentaria de las cosechas.

La disponibilidad de nutrientes en el suelo está condicionada, inicialmente, por las propiedades del medio y la actividad biológica de la tierra; después, a través de la práctica de la fertilización los agricultores modifican los contenidos y reservas de los nutrientes. Siendo ésta práctica de gran importancia debemos recordar que no tratamos de aportar todas las necesidades de la planta desde el exterior, sino que pretendemos ayudar a los mecanismos de regulación de la tierra a mantener la nutrición de las plantas.

 Fertilización orgánica.

La fertilización no es una cuestión solo de restitución, sino de la naturaleza, estado y composición del suelo y de las plantas a cultivar.

El principio básico se centra en fertilizar el suelo y no tanto las plantas. Los microorganismos del suelo se encargan de la tarea de facilitar a la solución del suelo los elementos nutritivos. Preferentemente se debe emplear materia orgánica que es la fuente de la fertilidad y permite mantener una intensa vida microbiana en el suelo.

Por tanto, se debe contemplar la fertilización como una gestión de la materia orgánica. Gestión en la que se utilizarán todos los recursos orgánicos disponibles con el objetivo de mantener el nivel óptimo de humus del suelo para la intensa actividad que implica la horticultura.

Con la desaparición de la ganadería de numerosas explotaciones agrarias se ha perdido un elemento fundamental en la regulación del agroecosistema: la posibilidad de emplear la materia orgánica para restituir las extracciones de las cosechas y cerrar los ciclos energéticos. El agricultor puede elegir otras opciones como: los abonos verdes, la adquisición continua de materia orgánica procedente de otras explotaciones autorizadas o, utilizar la técnica del compostaje para aprovechar los subproductos de sus cultivos (restos de podas, de cosechas, destríos) y retornar al suelo una materia orgánica, en esta caso vegetal, de calidad.

Si estos medios no fueran suficientes para asegurar el mantenimiento de la fertilidad del suelo, su nivel de vida, salud y equilibrio, se podrán utilizar un número limitado de fertilizantes orgánicos o minerales, cuya relación aparece en el Reglamento (CEE) 2381/94, con el objetivo de corregir las carencias presentes de forma que en un plazo aceptable su uso ya no sea necesario.

 

A. Abonos verdes.

Son cultivos de crecimiento rápido que se cortan y entierran en el mismo lugar donde se han sembrado, y que están destinados, especialmente, a mejorar las propiedades físicas del suelo y enriquecerlo de materia orgánica joven de evolución rápida; así como a mantener o mejorar la actividad microbiana

del suelo. En definitiva: los abonos verdes actúan sobre las propiedades físicas, químicas y biológicas del suelo.

Aunque se dispone de un gran número de especies, las tres familias más utilizadas son: leguminosas, gramíneas y crucíferas.

  • Las leguminosas, por su capacidad para fijar nitrógeno. Se utilizan tréboles, veza, habas, altramuces, etc. Es bastante común que se mezclen con cereales.
  • Las gramíneas, casi siempre asociadas a las leguminosas permiten obtener una mayor biomasa. Se emplea centeno, avena, cebada, etc.
  • Las crucíferas, tienen un desarrollo muy rápido y son adecuadas para cuando se dispone de poco tiempo, ya que aportan las reservas minerales de las capas profundas. Se puede utilizar colza, mostaza blanca o rábano forrajero.

El manejo de estos cultivos no difiere mucho de cuando se cultivan para cosechar, excepto: en la densidad de siembra, que será superior en un 20 a un 50%; y en el momento adecuado de corte e incorporación, que será entre la floración, cuando el nivel de nitrógeno es máximo, y la granazón, con

los tejidos lignificados (endurecidos) para que produzca humus. Hay que tener en cuenta que la incorporación no ha de ser inmediata, ya que podría producir inmovilizaciones del nitrógeno del suelo, por lo que es conveniente segar y dejar orear unos días, para incorporar después ligeramente.

Los rastrojos de los cereales representan una fuente importante de materia orgánica que no debe desperdiciarse con la quema. Es preferible su incorporación teniendo en cuenta que ha de ser superficial, a principios del otoño cuando la humedad es adecuada, y dado que es un material rico en carbono

y pobre en nitrógeno, es interesante asociar una leguminosa para enterrar conjuntamente y evitar el bloqueo temporal del nitrógeno.

B. Estiércoles.

Son los fertilizantes orgánicos clásicos, presentan grandes diferencias en cuanto a su origen y manejo, reflejándose en composiciones minerales diferentes.

En general su riqueza mineral es baja y oscila en función del animal que lo produce, su edad, alimentación, cama y del manejo de la propia materia orgánica. El manejo es muy importante ya que puede evitar que las pérdidas de elementos fertilizantes sean muy elevadas, además un buen manejo conseguirá un estiércol sin plantas indeseables (malas hierbas), sin patógenos y sin sustancias tóxicas para los vegetales.

La maduración del montón de estiércol es importante y existen dos tendencias en su manejo: compactar el montón para evitar las pérdidas y favorecer la mineralización en condiciones anaerobias (ausencia de oxígeno), o compostar el montón para favorecer la humificación en condiciones aeróbicas.

La cantidad y frecuencia de aplicaciones de estiércol dependerá:

  • De la situación de partida, si ha de ser solo de conservación o si los niveles son bajos y se han de incrementar los aportes con dosis de corrección.
  • Del nivel óptimo a alcanzar en función también del clima y del suelo.
  • Del lugar de la rotación de cultivos en que se aporte. Generalmente los cultivos principales de la rotación suelen llevar las estercoladuras mayores.Solanáceas y cucurbitáceas son grandes consumidoras. Mientras quecebollas y lechugas aprovechan los restos del cultivo principal y no se suelen estercolar.
  • Del grado de madurez: el estiércol poco hecho debe aportarse con un mes de antelación, y no todos los cultivos lo aceptan bien. Patatas y coles sí, pero en general todos prefieren el estiércol bien hecho, lo cual permite su aplicación incluso con la vegetación establecida.
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Otros estiércoles utilizables son:

  • Purines y lissier, de valor fertilizante heterogéneo, deben estabilizarse aportando aire para que disminuya su carga patógena y su mal olor, o a través de una digestión anaeróbica que necesita unos meses de tiempo; en su aplicación deben evitarse excesos ya que pueden perderse por lixiviación y salinizar el suelo, no están autorizados por la reglamentación europea los procedentes de ganadería intensiva, el compostaje seria la solución.
  • Gallinaza y palomina, ricos en elementos nutritivos en formas asimilables, se utilizan durante el cultivo ante una necesidad, mejor compostarlos.
  • Lombri-compost, rápidos de asimilar ejercen también un efecto de activadores del metabolismo de gran interés, el problema es su precio.
  • Turbas y algas, se les considera correctores, las turbas son pobres en elementos nutritivos pero retienen e agua y mejoran suelos ligeros, las algas aportan ciertos nutrientes y sobretodo ejercen un efecto bioestimulante importante.

C. El manejo de los estiércoles.

El manejo de los estiércoles es básico para su calidad, de forma que un mal manejo implicará:

  • Pérdidas de compuestos valiosos como nitrógeno, materia orgánica y otros nutrientes
  • Incorporación al suelo de semillas de adventicias.
  • Incorporación de microorganismos patógenos.
  • Entrada de sustancias fitotóxicas

D. La técnica del compostaje.

Podemos definir el compostaje de forma sencilla como la descomposición de residuos orgánicos por unas poblaciones biológicas variadas, en un ambiente aerobio, cálido y húmedo; esta descomposición sigue una serie de fases que se pueden reconocer por los valores que adoptan diversos pará-metros físico-químicos y biológicos a lo largo del tiempo. Si conocemos los factores que intervienen, y como se pueden regular, estaremos en condiciones de dirigir la evolución de los materiales hacia un compost de la máxima calidad.

El compostaje que se practica en la actualidad es un conocido proceso aeróbico que combina necesariamente dos fases: la primera es mesófila (temperaturas de 15 a 45º C ), la segunda termófila ( 45 a 70º C ), para conseguir la transformación de un residuo orgánico en un producto estable, aplicable

al suelo como abono tras un periodo de maduración.

Los sistemas de compostaje pretenden controlar los parámetros determinantes del proceso degradativo con el objetivo de obtener un producto final con buenas características como fertilizante a un precio lo más bajo posible.

El proceso es biotecnológico ya que lo realizan microorganismos, y está sometido a unos tiempos mínimos, difíciles de acortar, marcados por los ciclos biológicos de estos seres vivos. Los sistemas de compostaje se ordenan según el factor sobre el que más se puede incidir que es el suministro de oxígeno. Se pueden distinguir dos grandes categorías:1) sistemas abiertos o pilas al aire libre, y 2) sistemas cerrados o fermentadores.

Los sistemas abiertos se dividen en aquellos en que el apilamiento es estático, y por tanto el aire ha de ser inyectado o succionado, y aquellos en que el apilamiento estático se completa con el volteo, pudiendo algún sistema además añadir aireación forzada. Los sistemas cerrados implican reactores horizontales o verticales, pudiendo ser los horizontales con rotación o estáticos, y los verticales continuos o discontinuos

E. La biodesinfección.

El profesor Bello (2000) define la biodesinfección como la acción de las sustancias volátiles, procedentes de la biodegradación de la materia orgánica, como fumigantes para el control de los patógenos de las plantas. Los biodesinfectantes, además, estimulan la actividad biológica del suelo al actuar como biomejoradores. La biodesinfección se ha aplicado en el control de hongos, insectos, nematodos y plantas adventicias, pudiendo regular los problemas de bacterias y virus con una eficacia similar a los pesticidas convencionales.»

Para conseguir la biodesinfección se pueden emplear sustancias orgánicas de origen animal (estiércol generalmente), vegetal (abonos verdes) o, agro-industrial (vinazas de remolacha, de vino, de otras fuentes). En los sistemas de producción ecológica lo ideal es utilizar recursos locales y ayudar a la vez a

resolver problemas ambientales que podrían generar estos residuos o subproductos.

La acción de los microorganismos sobre la materia orgánica durante su descomposición, produce una gran cantidad de productos químicos que pueden actuar en el control de los patógenos y semillas del suelo. Así aparecen sustancias como amonio, nitratos, sulfhídrico y un gran número de sustancias

volátiles y ácidos orgánicos, fenoles, taninos, etc., que presentan efectos positivos para frenar la evolución de dichos organismos. Por ejemplo, el nitrógeno en forma amoniacal tiene efecto nematicida y existe una relación entre su contenido en la enmienda y su efecto nematicida. Pero el nitrógeno no es el

único elemento necesario, también lo es el carbono; en ausencia de carbono el amonio y los nitratos pueden acumularse y causar fitotoxicidad, por lo que la relación C/N tiene gran importancia y un valor entre 14-20 tiene efecto nematicida sin efecto fitotóxico.

Al mismo tiempo se produce un incremento de la actividad microbiológica, con lo cual se incrementa la presencia de nemátodos, microartrópodos predadores, hongos, protozoos, algas y otros organismos, muchos de ellos parásitos, depredadores o antagonistas por diversas actuaciones como competencia por el espacio y el alimento, secreción de enzimas y/o antibióticos.

Para que los tratamientos de biodesinfección sean efectivos, generalmente se requiere añadir grandes cantidades de materia orgánica fresca al suelo (del orden de 50 t/ha), incorporarla mediante una labor ligera y regar para sellar el suelo y favorecer la descomposición. La aplicación debe hacerse en verano porque las altas temperaturas aceleran la descomposición y liberación de gases. Para mejorar la acción y acortar el tiempo de la biodesinfección se puede cubrir el suelo con una lámina de plástico (solarización) que favorece la acumulación de calor. La combinación de ambas técnicas puede permitir también una reducción en el aporte de materia orgánica.

Desde comienzos de la década de 1990 se ha trabajado bastante en el desarrollo, puesta a punto y mejora de la biodesinfección y hay varias publicaciones que evidencian sus aportes positivos en distintas zonas, cultivos y frente a diferentes problemas.

Fertilización mineral.

Los fertilizantes minerales se consideran correctores de problemas derivados de la ausencia de determinados elementos minerales en el suelo, ante desequilibrios nutritivos o, para corregir problemas de alcalinidad o acidez del suelo. Los fertilizantes minerales autorizados en agricultura ecológica han de cumplir al menos dos condiciones: proceder de una fuente natural, y no utilizar en su elaboración ningún proceso químico de síntesis.

Calcio: el calcio no se considera habitualmente como un elemento fertilizante, su uso está ligado a la corrección de problemas del suelo. El cloruro de calcio está autorizado como tratamiento foliar para combatir las carencias de cal en hortalizas, como «la peseta» del tomate, la podredumbre apical en el pimiento o el tip burn en lechugas y coles chinas.

Fósforo: el fósforo no existe libre en el suelo, está combinado en formas orgánicas o minerales. La mineralización de la materia orgánica y la meteorización de las rocas liberan fósforo.

Las formas autorizadas por el Reglamento de Agricultura Ecológica son: fosfatos naturales, fosfato aluminicocálcico, escorias Thomas. Hay que tener en cuenta cuando se trata del fósforo en el suelo la importante función de las micorrizas simbióticas que ayudan a las plantas a proveerse de dicho elemento y de otros nutrientes.

Potasio. Los productos autorizados en agricultura ecológica son: silvinita, carnalita, kainita y patenkali.

Magnesio: el magnesio suele aportarse con la materia orgánica o, si aún no es suficiente, con enmiendas minerales como: kieserita, magnesita y epsonita

Azufre. La materia orgánica aporta cantidades importantes de azufre, también los fertilizantes minerales y los tratamientos anticriptogámicos (fungicidas). El Reglamento solo permite la aportación de azufre de origen natural, es decir, el mineral sedimentario procedente de la descomposición de la roca madre.

Microelementos: la materia orgánica aporta cantidades importantes de microelementos, además de favorecer tanto la asimilación y solubilidad de los mismos, como la formación de quelatos. También forman parte de las impurezas en abonos minerales y fitosanitarios, pero si hace falta se pueden aportar microelementos de diversas fuentes como: minerales naturales, quelatos de síntesis o microelementos

fritados.

Activadores biológicos.

Son preparados que estimulan la actividad biológica de los suelos o del medio al que se aporten, pueden ser interesantes en medios pobres o con limitaciones como el frio, o bien forman parte de la agronomía de la escuela biodinámica.

Activadores de compost. Hay tres tipos: microbianos, minerales y orgánicos.

Preparados biodinámicos: contienen cantidades importantes de microorganismos y substancias activas que favorecen el crecimiento Inoculantes biológicos.

 

Sustratos para cultivo y acondicionadores de suelo.

La actual legislación europea de la Agricultura ecológica obliga a obtener las plantas siguiendo las normas técnicas. Esto es:

  • Hay que utilizar materiales sustratos naturales, obtenidos y manipulados de forma natural.
  • Los sustratos no pueden enriquecerse con ningún tipo de fertilizante químico de síntesis.
  • No pueden someterse a ninguna desinfección química artificial o no autorizada (ya sea con fungicidas, desinfectantes, nematicidas u otras sustancias).
  • El manejo de las plantas en vivero se realizará siempre con técnicas ecológicas

En el Reglamento (CEE) Nº 2092/91 se referencian los siguientes materiales que podrían utilizarse como sustratos en los viveros o planteles:

  • Turba (único expresamente relacionado con el uso en viveros)
  • Compost
  • Serraduras de madera
  • Ceniza de madera

El resto de materiales orgánicos o minerales se podrán utilizar como complementos, pero no como base de los sustratos, aprovechando las diversas características de los mismos.

María José Martínez Pardo

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