La elección adecuada de tractores y maquinaria agrícola, bajo criterios técnicos y económicos, mejoran el ahorro y la rentabilidad de la explotación.
La presión financiera, la baja confianza de las entidades bancarias y la pérdida de poder adquisitivo de las explotaciones hacen que cada inversión se estudie al milímetro y, la maquinaria agrícola, resulta una de las pocas, sino la única, que permite recuperar parte de esa inversión.
Todo ello siempre que se haga una correcta elección teniendo en cuenta no sólo el uso previsto o las características de la misma, sino, además, contando con otros criterios objetivos como las horas de trabajo potenciales, su tamaño, la capacidad de reducir combustible (eficiencia energética) o la capacidad de racionalizar las operaciones de cultivo. Es necesario tener en cuenta el calendario de labores (cuándo y para qué vamos a utilizar la maquinaria), el tipo de producción, y otros costes derivados, como las amortizaciones, reparaciones, mantenimiento, almacenamiento, incluso el derivado del operario que va a manejarla.
La dimensión reducida de las explotaciones españolas aumenta la importancia de esta decisión para no perder competitividad con la suma de gastos, sobre todo si tenemos en cuenta el aumento desmesurado de los costes de producción de fitosanitarios, abonos o carburantes.
El mejor ahorro se logra gracias a la adecuada compatibilidad entre el tractor y el apero, algo que puede llegar a reportar un ahorro en combustible, por ejemplo, cercano a un 20%. El uso correcto de la maquinaria y la aplicación de otros criterios como la utilización comunitaria de maquinaria, el alquiler de servicios agrícolas o el uso de tecnología y electrónica (desde los ya muy conocidos GPS hasta la programación de aplicación de productos), hacen que la rentabilidad de las explotaciones pueda mejorar.