Un estudio demuestra que los girasoles procedentes de semillas tratadas con neonicotinoides no tienen efectos sobre las abejas melíferas

En el estudio “Viabilidad de colonias de abejas melíferas expuestas a girasoles nacidos de semillas tratadas con los neonicotinoides tiametoxam y clotianidina” llevado a cabo por el Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (Inia) y las Universidades de Córdoba y de Almería, y publicado recientemente en la revista científica Chemosphere, no se han encontrado diferencias significativas entre colonias de abejas expuestas a girasoles tratados con neonicotinoides y aquellas no expuestas a estos tratamientos

El objetivo del estudio de campo a gran escala, que se ha llevado a cabo durante el primer año (campaña 2015-2016 y con una duración de 3 años) en cuatro regiones españolas: Andalucía, Castilla-La Mancha, Extremadura y Madrid, era ampliar los conocimientos sobre la exposición de las abejas melíferas que pecorean girasoles nacidos de semillas tratadas con los neonicotinoides sistémicos tiametoxam (Syngenta) y clotianidina (Bayer). El uso de estos insecticidas se encuentra restringido en la UE desde 2013 y el pasado 27 de abril estas restricciones de uso fueron confirmadas y ampliadas por la Comisión Europea, a pesar de los informes más recientes de evaluación del riesgo para abejas de la Efsa (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria).

“Realmente es complicada la implentación de estudios de campo con abejas, eso explica por qué son tan escasos en relación con los estudios de laboratorio. No obstante, son los estudios de campo los que pueden aportar información realista de más calidad”, comenta José Manuel Flores, profesor titular del departamento de zoología de la Universidad de Córdoba y responsable de la parte biológica del estudio.

“Para evaluar los posibles efectos de los residuos de neonicotinoides, las parcelas de girasol se escogieron de modo que estuvieran lo más aisladas posible de otros cultivos en floración, de otras especies vegetales que pudieran atraer a las abejas y de los diversos grupos de tratamiento de cada réplica (una distancia de 2 km cuando fue posible), y al analizar la procedencia de la miel pudimos confirmar que la exposición fue efectivamente a los cultivos de girasol. Las condiciones climatológicas calurosas y secas y la poca disponibilidad de otros recursos florales para las abejas durante el verano, que es cuando suelen florecer los girasoles, obligó a buscar un grado de aislamiento especialmente elevado”, ha explicado José Manuel Flores.

Estas condiciones y la retirada de las reservas alimentarias antes de instalar las colmenas en los campos experimentales en floración permitieron ensayar en este estudio las condiciones más desfavorables que garantizaran la máxima exposición de las abejas, y aún así, los investigadores no han encontrado diferencias significativas en la evolución de las colmenas entre las parcelas testigo (sin tratar) y las tratadas con tiametoxam o clotianidina, en indicadores clave para la salud de las abejas melíferas, tales como la vitalidad de las colmenas (cantidad de abejas adultas por colmena), el desarrollo de la cría, las reservas de polen y miel, la presencia y situación de la reina, y el estado sanitario de las colmenas.

Los datos del estudio resaltan además la necesidad de tomar en consideración la vitalidad inicial de las colmenas y las condiciones medioambientales, dos factores findamentales que han mostrado una clara indicencia sobre la viabilidad de las 72 colmenas evaluadas. “En las condiciones del sur de España, es probable que deba hablarse de una «veranada» además de una invernada, como demuestra el hecho de que los mayores porcentajes de colonias despobladas aparecieran antes del invierno”, explican los expertos.

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