Labor agrícola, compostaje y alimentación sana se unen en un proyecto de huertos escolares

Pocas veces un programa educativo aúna en una misma actividad la introducción a la agricultura, la concienciación sobre el reaprovechamiento para el cuidado del medio ambiente y el fomento de una alimentación saludable. Pero es lo que ocurre en el programa de Compostera y Huerto Escolar que tiene en marcha la Diputación de Granada para el fomento del compostaje doméstico y comunitario, que se desarrolla en quince centros educativos de otros tantos municipios.

El proyecto, que se puso en marcha en junio de 2016, se plantea entre sus objetivos un cambio de paradigma sobre cómo tratar la fracción orgánica de los residuos. Y es que todos los restos vegetales que acaban en la basura de nuestro hogar pueden tener otro uso gracias al compostaje, que permite reconvertirlos en abono para la tierra y por tanto para el desarrollo de nueva vida vegetal, principalmente productos agrícolas que luego volveremos a consumir.

Con la idea de que no se desperdicien esos restos y recuperarlos en forma de compost, surge este proyecto que en la Costa tiene lugar en el Colegio Mayor Zaragoza de Salobreña. Aprovechando un importante espacio verde situado en este centro, se ha creado un pequeño huerto en el que los propios escolares han plantado habas, ajos, coliflores, lechugas y cebollino, junto a un semillero de zanahorias. Posteriormente han participado en la creación de una compostera en la que a lo largo del año podrán ir generando el material que servirá para abonarlo.

Se trata de una forma divertida y didáctica de comprender, desde edades tempranas, todo el ciclo de la agricultura y la responsabilidad del ser humano en la conservación del medio ambiente a través de la reducción de los residuos orgánicos mediante el método del compostaje. La iniciativa tiene lugar a través de la Red Gramas y se desarrolla en el marco de los planes de concertación de la Diputación de Granada. Tras una primera actividad teórica celebrada en las aulas, durante el presente mes de noviembre se inició el trabajo de campo, consistente en el arado previo de la tierra y la plantación.

La siembra se efectuó mediante un método denominado ‘parades en crestall’, que permite trabajar muy bien con grupos y facilita el acceso de los escolares sin tener que pisar el terreno de cultivo. El educador ambiental Rubén Rodríguez es el técnico responsable del programa, y según explica «el huerto se está haciendo con una idea educativa, pedagógica, no es productivo». De ahí que se utilice esta metodología «para que puedan entrar en el huerto y acercarse a las plantas para regarlas y hacer un seguimiento de su evolución».

Según explica Rodríguez, «en este caso se establecen dos caminos cruzados que generan cuatro áreas, en cada una de las cuales se siembra una familia o una combinación de familias, para que al año siguiente se produzca una rotación» para administrar los nutrientes que va cediendo el suelo. Cada parte de esa cuadrícula tiene a su vez un paseo central, y con ello se «permite que la gente se pueda mover, porque el huerto tradicional tiene como finalidad la producción, y no se tiene por qué entrar».

Otra de las características del ‘parades en crestall’ es que el abono de la tierra se hace con compost, que en este programa será generado por los propios alumnos a través de una compostera que ellos han ayudado a fabricar con materiales reutilizados, bajo la dirección del técnico que coordina el programa. Por tanto, se crean estructuras a modo de cajón utilizando tablas de palés, o bien adaptando contenedores de basura en desuso. La estructura debe quedar sellada, aunque dejando rendijas para su aireado, ya que el proceso requiere de oxígeno. También debe contar con una tapa superior para añadir material nuevo y una pequeña puerta frontal para extraer el compost maduro.

El proceso de generación de este abono dura entre tres y cuatro meses, y tiene lugar mediante la aportación sucesiva de capas de los llamados restos verdes -frutas y verduras- y restos marrones –hojas, matas de cosecha antigua-, que cada quince días se remueven, controlando siempre que la temperatura se sitúe en torno a los 50 grados. Si es así, se estará produciendo combustión y el material se estará descomponiendo mediante la acción de las bacterias y hongos. Por cada volumen de restos verdes que se incorporan a la compostera, lo conveniente es añadir tres volúmenes de restos marrones, algo que es fácil de obtener en esta época otoñal, pero más complicado en verano o primavera, y por ello siempre conviene guardar este tipo de restos. La extracción del compost que se genera tiene lugar en cada ciclo productivo, en primavera o en otoño.

Los alumnos del Colegio Mayor Zaragoza acaban de construir su compostera e iniciado el primer proceso, por lo que se estima que en el mes de abril podrán recoger la primera ‘hornada’ que destinarán al abono del huerto que acaban de crear. La siguiente podría ser en septiembre, a principios del próximo curso.

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