El sector agroalimentario se planta ante los mitos y desinformaciones que lo perjudican

El mundo de la agroalimentación se ve afectado continuamente por diversas creencias que se propagan en la opinión pública y que en muchos casos nada tienen que ver con la realidad. Se trata de mitos que se difunden de forma interesada y sin fundamento con el fin de perjudicar a un determinado producto, y que terminan por afectar al sector alimentario y a la población en su conjunto.

Poner estos mitos sobre la mesa y buscar alternativas para combatirlos ha sido uno de los objetivos del I Congreso sobre Innovación y Agroalimentación ‘El Innovadero’, celebrado en Almería organizado por Hortiespaña y Aproa. Bajo el eslogan ‘Vamos a contar mentiras’, los temas principales que se abordaron a lo largo de dos jornadas fueron comunicación, marketing y posverdad.

Uno de los expertos participantes fue el biólogo molecular de la Universidad Politécnica de Valencia José Miguel Mulet, cuya conferencia se tituló ‘¿Qué es comer sano?’. En ella quiso desmontar diferentes mitos que se crean en relación a los alimentos y al efecto que el marketing y las noticias relacionadas con ellos tienen sobre los consumidores. El miedo que se genera en estos últimos no solo distrae la atención sobre problemas reales, según indica, sino que incluso obligan a las empresas a realizar gastos extraordinarios en controles o envasado para mitigar la mala prensa.

Mulet afirma tajantemente que “nunca hemos comido tan bien como ahora” y destaca que “si la comida no fuera segura y asequible, no podríamos vivir cada vez más”. “Dicen que nos están envenenando, que la agricultura no es ecológica y lleva pesticidas… Pues nos están envenenando fatal, que se espabilen un poco, porque cada vez morimos más viejos”, ironiza.

El biólogo molecular reivindica el uso de elementos químicos para proteger la salud. Recuerda que desde el principio hasta el final del siglo XX la esperanza de vida se duplicó y señala que el principal factores que la hizo disparar fue el hecho de comenzar a clorar el agua de consumo público, con lo que “se acabó con enfermedades como el cólera o el tifus”, entre muchas otras epidemias. “Ahora que la moda es ‘Yo no quiero química’, pues el cloro es el elemento químico que más vidas ha salvado, y el siguiente sería el yodo”, indica, para concluir que “la comida es asequible y segura, y este hecho es incuestionable”.

Lo que ocurre para José Miguel Mulet es que “alarmar tiene mucho mercado, la gente entra en pánico, pero cuando pasa el tiempo y se olvida, la alarma queda en nada”. Asevera que “si se transmiten estos mensajes continuamente calan, la gente se los cree”, y añade que “decir una tontería es muy fácil, pero refutarla es muy difícil”.  Explica por tanto que las empresas agroalimentarias “no solamente tienen que cumplir toda la legislación alimentaria y todos los controles, que son férreos, sino que además tienen que hacer su producto atractivo para un consumidor asustado”.

El experto señala que en el ámbito del marketing de estos productos hay “palabras mágicas como ‘natural’, ‘tradicional’ o ‘abuela’”, que aportan una connotación positiva, y por el contrario están “las palabras chungas, que no puedes decir cuando vendes comida como ‘artificial’, ‘química’ o ‘tecnología’, y si se pone ‘conservantes’ y ‘colorantes’ es porque obliga la etiqueta”. Y añade que “no se pueden ni mencionar ‘transgénicos’ y ‘pesticidas’”, que son “lo que más dolores de cabeza les está trayendo a los productores de alimentos y a los comercializadores”.

Tras afirmar que “el tema de seguridad alimentaria es muy transparente”, puntualiza que “la gente no se preocupa por lo que realmente es una preocupación”, ya que “las probabilidades de ir a un supermercado o a un restaurante y encontrarte algo contaminado vale más que comprar lotería”. “Al final el miedo es una cuestión de marketing”, dice Mulet, y recuerda las noticias contrarias al aceite de palma, centradas en unos estudios muy específicos con ratones, y para el que “los propios autores dijeron que era aventurado relacionar sus estudios con que el aceite de palma es cancerígeno”.

En la misma línea de desmontar noticias falsas o sesgadas sobre los alimentos discurrió la ponencia de Rocío Pérez, coordinadora del proyecto ‘Maldita ciencia’, que se dedica a combatir la desinformación en temas como ciencia, salud o alimentación. Bajo el título ‘Cómo combatir la mentira programada’, la disertación contó con múltiples ejemplos de publicaciones o vídeos divulgados a través de redes sociales sobre supuestos daños que la industria agroalimentaria causa a los consumidores, como por ejemplo “los plátanos contaminados de sangre con sida”.

A la hora de explicar los posibles motivos sobre la difusión de estos bulos, que se viralizan y propagan muy rápidamente y llegan a millones de personas, Rocío Pérez menciona motivos económicos, para lograr ganancias “a través de ventas o clicks”; “para favorecer ideologías o estados de opinión”; o simplemente “por hacer el mal, ya que hay gente que disfruta viendo el mundo arder”. También señala que se difunden con buena voluntad, con la intención de hacer el bien o por creer que se está ayudando a un ser querido.

El colofón al congreso lo puso el economista Daniel Lacalle con su ponencia ‘Realidad contra mitos’, quien se ha centrado más en la desinformación que afecta al sector de los invernaderos. Su planteamiento es el de poner por delante la realidad ante los mensajes que se propagan en medios de comunicación o en la opinión pública, y que en su mayoría “no tienen como objetivo ni la prosperidad ni los derechos sociales ni la mejora del medio ambiente, sino el control”. Afirma que “si no entendemos eso, nunca vamos a ser capaces de combatirlo”.

Lacalle asegura que la motivación que lleva a estos “intervencionistas” a atacar al sector es que “está integrado por autónomos, pequeñas y medianas empresas o cooperativas, que no necesitan subvenciones”, y por tanto “es peligrosísimo para ellos porque su empoderamiento viene de abajo hacia arriba, no te lo concede un burócrata”. Entre los mitos que ha querido desenmascarar está el que tacha a los invernaderos de ir en contra del medio ambiente y los derechos sociales, si bien asegura que gracias a sus invernaderos “Almería tiene menor índice de desigualdad que la media de España”, y “sin embargo, te van a contar que esto es malísimo y tremendo”. Además, explica que este sector ha atraído a más de 60.000 inmigrantes que cotizan a la Seguridad Social, mientras que en cuanto al uso de energías fósiles “un invernadero no consume ni un 4 por ciento, menos que un coche eléctrico”.

“A la propaganda no le importa que el mensaje sea falso, sino repetirlo y repetirlo”, asevera el economista, y añade que “esto volverá a decirse año tras año, simplemente con estimaciones o dogmas lanzados consistentemente”. Por eso, los mitos “se combaten con la realidad, no con los datos, ni mucho menos por la expectativa de que esos datos sean absorbidos por la población”. Destaca que “no es un problema de desinformación, es un problema de anti información”. Ante todo ello, propone “utilizar las redes sociales y todos los medios que tenemos a nuestra disposición para estar constantemente repitiendo lo que se está diciendo, pero con la realidad por delante”. “Hay que atacar a quien nos ataca, la mejor defensa es un ataque”, concluye Daniel Lacalle.

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